jueves, 19 de noviembre de 2009
Baile para...
Las manos de ella son pequeñas y suaves, manos de muñeca de seda. Las manos de ella son largos palillos chinos, con agarre misterioso en su firmeza. Las manos de él guían a las de ella, y a las de ella: criatura de brazos extendidos. Un abrazo. Ella gira; ella está en los brazos de él. Giros, giros. Un puente, un toro, apenas para la música y el baile. Ella con sus manos pequeñas se deja llevar por las caderas de él; ella con sus largos dedos observa, se acerca, quiere hacer parte, hace parte, se vuelve parte del monstruo. Un giro, se separan, otro giro. Ahora son las caderas de ella las que se unen a él, y ella es quien mira. Pero se aleja con sus manos pequeñas encogidas como gusanos de seda. No, no te vayas, le dice ella, y ella acepta el abrazo, y él se une a ellas, y la quimera de tres cabezas vuelve a girar.
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