lunes, 30 de noviembre de 2009

Antorcha submarina

Con el cabello rojizo, su cabeza es una antorcha submarina. Al principio estuve en contra de que se tinturara; nada pude hacer ante su insistencia y el apoyo de su madre. Ahora que nadamos juntos me alegra que haya tenido ese capricho. Me alegra. Me quema. Me da calor. Me da el orgullo del que pertenece a algo importante, y la fuerza que éste lleva en sí. Pero no debo engañarme, ella me es ajena, sus pasos seguirán un camino diferente, sus ojos verán cosas que jamas imaginé. Y yo estaré lejos, lejos y sin hilos rojos que la lleven hasta donde yo esté. Sin eslabones rotos que la inviten a volver, a devolverme la llama o el sol o la noche o el mar o lo que sea que su capricho pinte. Pero no es tiempo para temores. El sol se hace fuerte y la mesa está servida.

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