lunes, 27 de abril de 2009

Memoria de un enamorado



- Catalina -llamó él cuando ella se alejaba, guiada por la enfermera de mirada fría; al escucharlo, Catalina se quedo estática- Catalina Cardenas, ese es tu nombre.

Ella regresó, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad.

- Sí, ese es mi nombre, Juan. ¡Esa soy yo!

- Por favor, no le hable así, no debe perder la calma -le dijo la enfermera, sin interés, mientras mascaba ruidosamente su chicle con la boca abierta.

- Perdón… -dijo ella por decencia, como acto reflejo de su alta educación. Pero no se lamentaba: Juan, después de cuarenta y cinco minutos de escuchar el monologo de Catalina, la había reconocido por fin. Tenía por que estar emocionada- Juan, sí, soy yo ¿Puedes recordarme? -dijo ella y se arrodilló sobre el césped para estar por debajo de la cabeza de Juan que, sentado en la silla de parque de pintura desgastada, contemplaba el suelo con los ojo perdidos- ¿¡Puedes!?

- Señorita, que no le tenga que repetir. Él…

- Claro que te recuerdo -respondió él interrumpiendo a la fornida enfermera, quien no se inmuto ante la reacción de lucidez de Juan. Este miraba a Catalina directo a los ojos y le dedicaba una sonrisa; otra vez las lágrimas de alegría estallaban en los ojos de ella- Cómo no voy a acordarme de ti si fuiste mi amor de colegio. Y te lo dije en ese entonces, pero tú enviaste a tu amiga para que me ennoviara con ella -dijo él sonriéndole con picardía, y ella contestó con otra sonrisa avergonzada, mordiéndose el labio inferior, como a él tanto le gustaba.

- No funciono eso, obviamente -continúo diciendo Juan-. Yo estaba enamorado de ti. Estaba convencido de eso, y, como en aquella película, te esperaría hasta que fueras mía. Me gusta mucho ver películas. ¿Te acuerdas de esa? ¿Cómo es que se llama?

- ¿Eternal sunshine of the spotless mind? -dijo Catalina con la voz cargada de esperanza, poniendo sus manos sobre las de Juan.

- Señorita… -dijo parcamente la enfermera, sin abandonar su ruidoso chicle, al ver el movimiento de Catalina.

- ¿Recuerdas lo que decías sobre esa película? -continúo Catalina ignorando a la enfermera- Que era posible. Que un amor verdadero puede romper con la condena del olvido, a la que están encadenados aquellos que no aman ni son amados.

- Sí, puede ser Eternal sunsh… -¡Plup!, la bomba de chicle estallaba en los labios delgados de la enfermera, quien recuperó despacio las partes con la lengua para seguir masticando.

Como si el estallido fuese también el de un bombillo que se funde, los ojos de Juan se fueron apagando, volviendo hacía el césped donde una mujer con pantalón estaba arrodillada- ¿Eternal sun?... no. No, no recuerdo esa película… Algún día podríamos verla… Mucho gusto, mi nombre es Juan.

“Mucho gusto” iba a responder Catalina como reflejo de su educación, pero la voz se le quebró y las lágrimas corrieron más amargas que antes. Se levantó sin limpiarse el pasto de los pantalones. Dio la vuelta y se dirigió hacia la salida, guiada por la enfermera que seguía masticando chicle.

Él la había esperado, había desesperado y ella había llegado muy tarde.

Catalina volvió a tomar la decisión, esta vez con más fuerza, esta vez sin que ningún llamado la interrumpiera, de no regresar nunca más.





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4 comentarios:

  1. Me gusa tu cuento Alejo!!!...muy bonito...con ese ganaste el concurso de cuento del MEN?

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  2. Está del carajo el cuento por que emocionalmente es muy melancólico aunque la berrinchuda de Catalina no se haya arriesgado con Juan a tiempo. Con la historia suele pasar que retrata la casi lo que usualmente me pasa con las mujeres siempre se cierran sin permitirse conocerme pero que se le va hacer así es el amor justo para unos y con medallas. Ahora con la historia se me viene a la `` Travesuras de una niña mala`` de Mario Vargas Llosa solo que la niña traviesa muere por cáncer en el útero, abrazos.

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  3. por fin pude leer tus cuentos pero este me gusto mas que todos,ah!! pero mi nombre esta protegido por derechos de autor asi que me debes indemnisar.

    la hermana de tu hermana

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