martes, 16 de marzo de 2010

Romper un corazón.

Suena ¡Crack!, pero uno no lo escucha. Crack. Crack. Crack, y uno sigue sin darse cuenta. Entonces sentir algo diferente al pisar. Mirar la suela y ver que un rojo chinche se ha pegado. Jugar como un niño y arrastrarlo por el suelo, ssshhhhhhhhrrrr; rayar el pavimento, escribir un te quiero, y luego, sin remordimiento, tachar la creación. Revisar el chinche: aruñado, el rojo ya gastado. Arrancarlo de la suela para terminar el juego, entonces sentir en los dedos un leve latir. Tun tun. Tun tun. Observar, ver que tiene la forma de un pequeño cristal.

Alguien en la otra cuadra me llama. ¿Quién es? Ah, ella.

Guardar en el bolsillo el extraño cristal para estudiarlo después. Después olvidarlo. Después encontrarlo al meter la mano en el bolsillo con un agudo pinchazo.
¡Auch! ¿Qué era esto? No lo sé, pero como duele en los dedos.