domingo, 25 de octubre de 2009

Espera sin frutos

Me gustaría decirte que mientras te esperaba estuve pensando en ti, pero no es así.
Pensé en lo mucho que se parecen las manchas del suelo a los chicles, como si éstas fueran un graaan chicle sabor fresa, o uva, todos saben a lo mismo tras un rato. Miré por mucho tiempo una cascara de banano, primero esperando ver como se podría, después esperando que alguien se tropezara con ella; ninguna de las dos cosas ha sucedido aún. Pensé en palomas, en cerveza, en la belleza, en el último poema que puede crear un suicida justo antes de caer, de que la bala llegue, de que la cuerda se tense. Volví a preguntarme sobre quién será el que hace los dibujos de los billetes (cuestión que ni siquiera google ha sabido contestar). Recordé el desayuno de esta mañana, e intenté imaginar el desayuno de un joven universitario en Alemania: té de manzanillas y un banano que terminó de comer corriendo hacia la parada del bus pues se había despertado tarde esta mañana; no, aún no sucede nada con esa cascara de ahí.
En todas estas cosas estaba pensando cuando llegaste. No te reconocí. Me saludaste y yo me quedé mirándote sin responder, pero de eso no te diste cuenta pues enseguida empezaste a hablar y a caminar empujándome a que te siguiera. Nunca había notado la gran nariz que tienes, ni tampoco el acento agudo que usas al hablar. ¿Siempre hablas tanto? Anoche te acostaste tarde, ¿no cierto? Lo digo por las hondas sombras que cuelgan de tus ojos, ¿o es que siempre han estado allí? Sí, creo que sí, antes era algo que me gustaba de ti.
No sé exactamente que pasó. Vine con el deseo de verte. Te esperé. Pero cuando te vi no te encontré.

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